Elegir bandos nunca es divertido. Especialmente si estás atrapado en medio de dos gigantes.
Panamá es uno de los muchos países donde la rivalidad entre Estados Unidos y China se está materializando.
El país centroamericano quedó atrapado enun fuego cruzado la semana pasada cuando el secretario de estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, criticó la actividad económica de China en Panamá, durante una visita a este país.
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Pompeo calificó las acciones de China como “depredadoras” y dijo que las empresas estatales del gigante asiático se muestran de una manera “queclaramente no es transparente, no está motivada por el mercado y no está diseñada para beneficiar al pueblo de Panamá sino al gobierno chino”.
Como era de esperar, China respondió con otro ataque verbal.
Pero, en los primeros comentarios públicos de Panamá después de las declaraciones de Pompeo, la vicepresidenta Isabel de Saint Malo de Alvarado dijo que, si bien su país acoge con satisfacción la inversión extranjera directa tanto de Estados Unidos como de otros países -incluido China-, serían “cuidadosos” al permitirla entrada de nuevas empresas y a la hora de elegir nuevos proveedores.
Las declaraciones de la vicepresidenta panameña no fueron una crítica abierta a Pekín, sino más bien un enfoque más matizado de cómo hacer negocios con China, algo que otros países también están empezando a expresar, cada vez con mayor frecuencia.
Países “atrapados”
Lo que muestran estos hechos es que la creciente hostilidad de Estados Unidos hacia China en el escenario internacional está afectando a los países atrapados en el medio.
Panamá siempre ha sido muy importante para Estados Unidos, ya que tanto su ubicación como su papel en el comercio mundial tienen un papel “vital” para la prosperidad y la seguridad nacional del país norteamericano, como señala el propio Departamento de Estado.
Estados Unidos es el mercado de exportación más importante de Panamá y, en los últimos años, China también ha estado fortaleciendo sus lazos con la nación latinoamericana.
En 2017, Panamá abandonó los vínculos de larga data con Taiwán y, en su lugar, firmó 19 acuerdos de cooperación con China, incluido un estudio de factibilidad con vista a firmar un acuerdo de libre comercio entre ambos países.
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La reciente hostilidad de Estados Unidos hacia el empoderamiento económico de China significa que países como Panamá, que han acogido la inversión china en el pasado, tendrán que encontrar una nueva y más delicada manera de hacer negocios en medio del conflicto económico entre las dos superpotencias.
Posiciones matizadas
Tomemos como ejemplo los comentarios de la vicepresidenta panameña sobre la iniciativa china conocida como “Un cinturón, una ruta” (o la nueva Ruta de la Seda).
Es revelador lo cuidadosa que fue al referirse a la tan criticada “diplomacia de la deuda“, que ha atormentado a algunos de los países que participan en este proyecto de infraestructura masiva de China.
“No dependemos de compañías que vengan y financien nuestros proyectos por nosotros”, dijo la vicepresidenta en el programa Asia Business Report de la BBC.
“(Pero) los países que son vulnerables porque sus economías son débiles, porque no tienen un sistema sólido para garantizar que se den pasos que tengan en cuenta sus propios intereses, estarían en una situación diferente”.
Este tipo de comentarios se están volviendo cada vez más común en los países que se encuentran atrapados en el conflicto económico entre Estados Unidos y China, mientras intentan navegar por este nuevo panorama.
Por ejemplo, los funcionarios de algunos países del sudeste asiático, aunque detestan criticar públicamente a China, me han dicho en privado que la nueva postura del gobierno del presidente estadounidense, Donald Trump, hacia Pekín los ha animado a hablar.
Y no nos equivoquemos. Esta no es solo una batalla por el comercio.
Cada vez más las dos superpotencias del mundo luchan entre sí en nuevos ámbitos.