Se requieren nuevas políticas que estimulen la actividad agrícola para que esta pueda convertirse en el motor del desarrollo
Mientras las autoridades locales siguen buscando soluciones mágicas que, sin transformar la matriz productiva, principal sustento de la economía local, garanticen el crecimiento, un reciente estudio determina que “son necesarios nuevos instrumentos de política para estimular” la actividad agrícola y convertirla en el motor del desarrollo.
Estos cambios a su vez garantizarán que el sector sea capaz de responder a la creciente demanda de alimentos generada por el incremento de la población mundial que, según la Organización de Naciones Unidas (ONU), en 2050 alcanzará los diez mil millones de personas.
“Al menos tres elementos se deben considerar para convertir a la agricultura en un motor de desarrollo: se requiere de una mayor productividad y para esto es necesario mejorar el clima de negocios para el sector, fomentar a la innovación y aprovechar el uso de las tecnologías digitales”, dice el estudio “La Agricultura como Motor de Desarrollo en América Latina, Retos y Propuestas”, realizado por Ronald Arce, investigador del Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible (Clacds), del Incae Business School.
Aunque los países del continente comparten desafíos similares para convertir a la agricultura en el motor de su desarrollo, Arce detalla que en Nicaragua los elementos más importantes que se tienen que “arreglar en el corto plazo” son garantizar el acceso al financiamiento, la transferencia de tecnología a través de la extensión agrícola, la infraestructura adecuada que facilite que las cosechas lleguen a los puntos de venta (nacionales e internacionales) y una cadena logística que garantice que los productos lleguen en óptimas condiciones a los mercados.
No hacer cambios aislados sino integrales
Y advierte que cambios aislados, como la construcción de obras de infraestructura —puertos, carreteras o plantas de procesamiento— o el desarrollo de cadenas logísticas, no servirán de nada “porque las soluciones mágicas no existen” y lo que se requiere es un cambio integral. “El asunto es un sistema y todo el sistema podemos decir que es como piezas de un engranaje, que si se le pone una pieza no va a funcionar si le faltan las demás”, sostiene Arce.
Asimismo, admite que “está muy de moda” rescatar los conocimientos ancestrales sobre las formas de producir, pero considera que estos deben combinarse con los que desarrolla la ciencia.
“El productor conoce su tierra, sabe las temporadas en las que se puede producir, qué cultivos funcionan en ellas, eso le va ayudar. Pero también se le puede decir que estas otras cosas le pueden ayudar a ser más productivo. Esto junto al desarrollo de un sistema financiero que le permita al productor tener acceso a financiamiento sin necesariamente hipotecar su tierra, porque se necesitan otro tipo de paquetes financieros complementarios, como los seguros y otros, no únicamente el crédito, esto es importante en Nicaragua y toda América Central”, explicó Arce a LA PRENSA, vía telefónica.
Sin embargo, esto no es todo, una vez solucionados estos aspectos, según Arce es necesario generar a los agricultores cierto nivel de conocimiento para que puedan crear decisiones empresariales.
También hay que fortalecer la educación
“Muchas veces nuestros agricultores son gente muy sencilla que no tiene conocimiento más allá de su malicia y de saber producir y medio vender, entonces hay que desarrollar esto. Esta parte del fortalecimiento de las zonas rurales para que tengan acceso a educación, pero educación de calidad es de mucho más largo plazo”, explica Arce.
Y aunque Nicaragua, como el resto de países del continente, lleva más de un siglo hablando de los cambios que requiere para convertir la agricultura en el motor de su desarrollo y aún no los concreta, Arce considera que sí es posible lograrlo.
“En el mundo desarrollado se ha logrado… es posible pero en el largo plazo. A los productores actuales tratar de entrenarlos para esto es complicado, pero si no intentamos o no comenzamos en esa ruta va a tomar más tiempo. Si ya tenemos casi doscientos años de independencia y la agricultura sigue con los mismos problemas, no sé cuántos años más vamos a durar. Hay que empezar a caminar ya en esa ruta”, enfatiza Arce.
Para el investigador del Incae, esta transformación puede comenzar hoy con los niños que están en la educación primaria y que tienen entre seis y diez años y dentro de quince años estos ya serán adultos más productivos. “Tampoco es que este esfuerzo requiera cien años… El primer cambio que hay que hacer es mental y optimizar los recursos que tenemos para producir más”, sostiene Arce.
La seguridad alimentaria
La mejoría de la logística del sector agrícola además de contribuir al incremento de la productividad, es fundamental para garantizar en el futuro el abastecimiento de alimentos y con ellos la seguridad alimentaria.
“El desafío de la alimentación de la humanidad en el siglo XXI representa una oportunidad para la región latinoamericana y puede convertir a la agricultura en un motor para el desarrollo”, dice el estudio “La Agricultura como Motor de Desarrollo en América Latina”, realizado por Ronald Arce, investigador del Incae.
Según Arce, para que estos sean “realidad se requiere de nuevas formas de pensar y actuar, basando la agricultura en la productividad, lo cual requiere no solo de acciones en el campo sino también de políticas complementarias y sostenibilidad ambiental”. Añade que también es necesario garantizar que las personas que viven de la agricultura posean suficientes ingresos para tener una vida digna y que no deban salir del campo a buscar mejores oportunidades.
Mejorar clima de negocios
El sector agrícola —como cualquier otra actividad económica— requiere políticas e instituciones eficaces para permitir la eficiencia, la innovación, y la asignación de recursos a aquellos productos con los mayores rendimientos. Sin embargo, en América Latina la agricultura se caracteriza por proteger ciertos cultivos políticamente sensibles (los cuales varían de país en país). Este tipo de protección —lejos de beneficiar la competitividad— crea distorsiones, eleva el precio a los consumidores, pero a la vez mantiene a ciertos grupos cultivando productos de baja rentabilidad, advierte el estudio “La Agricultura como Motor de Desarrollo en América Latina”, realizado por Ronald Arce, investigador del Incae Business School.