‘Pescadito’ Ruiz, el mejor jugador guatemalteco de todos los tiempos, atiende a AS con la conciencia de cambiar el fútbol de su país. En unos meses se presentará a las elecciones.
Es el mejor futbolista guatemalteco de siempre, ha marcado más goles que nadie en las Eliminatorias para el Mundial sin llegar nunca a jugar uno, pero Carlos Humberto Ruíz, conocido como el ‘Pescadito’, es ante todo un hombre preocupado por lo que sucede en su país. Dice querer ser presidente de la federación de su país para que el fútbol sirva como herramienta para educar y alimentar a los jóvenes de Guatemala. En esta conversación con Diario As, el ‘Fish’ nos cuenta sus experiencias como futbolista y cómo cree poder trasladar lo aprendido a los jóvenes guatemaltecos.
¿Por qué le llaman ‘Pescadito’?
Fue un apodo que me pusieron. En Guatemala es muy habitual que, cuando estás en las categorías inferiores y vas ascendiendo, te pongan un mote. Cuando he ido creciendo he visto que a otros le han puesto el ‘Sapo’ o la ‘Rana’ y he pensado que no estaba del todo mal (ríe). No sé el motivo si te soy sincero. Lo tengo desde que llegué a Municipal hace doce años, así que lo tengo desde hace mucho tiempo pero no sé quién me lo puso ni porqué.
Posee un récord mundial.
Como futbolista nunca me plantee tener un récord del mundo. Tampoco ser el goleador de la selección. Eso significaría haberme puesto una presión más. Guatemala quizás no tiene mucho peso en el mundo a nivel futbolístico, pero el país es muy futbolero, los medios de comunicación le dan mucha importancia al fútbol. Cuando llegaba a la selección, porque hubo momentos en los que yo era el único que jugaba en el extranjero, había mucha presión, el sueño de los aficionados y de los propios futbolísticos era el mismo: clasificar a un Mundial. Entonces nunca me tracé metas personales, porque lo estábamos buscando eran objetivos grupales. Poco a poco se fue dando eso. Primero me coloqué entre los diez mejores goleadores de la selección, luego entre los cinco… Después tuve a Juan Carlos Plata, que era por entonces el que más goles había marcado, cerca, a seis, siete goles. Una vez lo superé ya se venía el récord de Centroamérica… Pero todo esto era cosa de los medios de comunicación. Yo, si te soy sincero, no llevaba ningún conteo de los goles ni qué récords estaban cercanos. Conseguí pasar a Carlos Pavón, que tenía el récord de Centroamérica, y entonces todos ya apuntaban al de CONCACAF que era de Latapy, de Trinidad y Tobago, que eran 70 goles pero ya estaba en los momentos finales de mi carrera y no creía que podría llegar. Apareció, entonces, el récord de goles en Eliminatorias para el Mundial porque yo, faltando dos fechas en las Eliminatorias de este Mundial pasado, tenía 32 goles y el récord estaba en 35. Jugué esos dos últimos partidos sin tener un club. Mi contrato terminó en mayo y los partidos eran en septiembre. Me fui a Ibiza dos meses, ya había olvidado el fútbol, imagínate… No estaba preparado para jugar… (ríe). Me llamó Walter Claverí, que era el seleccionador de Guatemala por aquel entonces, y me dijo: ‘Carlos, si te entrenas con nosotros, vas a jugar porque aunque estés sin club, vas a marcar diferencias’. Fui, entrené todo el mes de agosto. Necesitábamos ganarle a Trinidad y Tobago fuera de casa. Empatamos 2-2, yo hago los dos goles. Estaba a un gol del récord. El siguiente partido era contra San Vicente y las Granadinas y en la cena de equipo los compañeros dijeron: ‘Mañana todas las pelotas al ‘Pescado’” (ríe). Y así fue. Me llenaron de centros, pases filtrados… Hice cinco goles y quedó la cifra de 39 goles.
¿Cómo fueron sus inicios en el fútbol?
Vengo de una familia de escasos recursos. Mi padre murió cuando yo tenía un año, así que no tengo apenas recuerdos con él. Lo único que sé de él es lo que me han contado, tanto mis tías como mi madre. Crezco en una colonia en Guatemala, en la zona 21 que era una colonia roja. De gente de muy pocos recursos y de delincuencia. Lo que nos mantenía a mí y a mis amigos fuera de todo lo que era la delincuencia era el fútbol. Como es el deporte más barato para jugar, poníamos dos piedras, armábamos una pelota con trapo y jugábamos al fútbol. Siempre me gustaba estar en la calle jugando. Además, cuando una zona es pobre, hay muchos niños porque cuando uno es pobre lo único que conoce es trabajar y hacer hijos. Un señor, que trabajaba en un hospital, tuvo la idea de formar un equipo. Ahí fue donde jugué por primera vez. Se llamaba San Juan de Dios. Era un gran equipo porque siempre ganábamos por goleada. Ahí es donde me enamoró de verdad de este deporte. Increíblemente la primera posición en la que yo jugaba era la de portero. En un partido íbamos ganando 10-0 y a mi me gustaba estar corriendo de un lado al otro y me aburría estando en la portería sin moverme. Entonces le dije a mi entrenador si me dejaba ser jugador de campo. Accedió, me cambié con un compañero y la primera pelota que tocó, gol. Era el 11-0, pero todos los del equipo saltaron a felicitarme. Y yo vi que si hacía una parada nadie me decía nada, pero que si marcaba un gol todo eran alegrías. Ahí es donde empieza mi amor por el hacer goles, el jugar como delantero. Más tarde, en el periódico, anunciaron que querían ver a jugadores para Municipal. Me fui a probar, me firmaron y desde los 12 años estaba en ese equipo.
¿Qué le falta al fútbol de Guatemala para asimilarse a otros del continente?
En un país como el mío, tercermundista, el problema siempre es el mismo. Llega gente a las federaciones que no tiene ni la más mínima gana de ayudar al deporte, de subir el nivel… Y esa ha sido nuestra historia de siempre: gente que llega y vacía las arcas de la federación, otros la utilizan como trampolín político… Entonces la corrupción a nosotros nos ha pegado muy fuerte. Es cierto que en países como Honduras, Costa Rica, Panamá… han pasado por cosas parecidas, ahí ha llegado gente que ha plantado cara a los problemas y ha dicho basta. En Guatemala lastimosamente no ha sido así. Hemos tenido gente que se ha aprovechado de la federación. Nuestras infraestructuras son paupérrimas, lamentables. Eso mezclado con el alto índice de desnutrición, que roza el 70% o más… Un deportista mal alimentado jamás rendirá a su máximo nivel. Por ahí pasa todo. Tenemos muchos recursos en Guatemala porque el gobierno y algunas ONG ayudan con subvenciones, el problema es que están mal administradas desde hace muchos años.
¿Es eso, además de lo futbolístico, lo que hace que Guatemala todavía no haya jugado un Mundial?
No sé si al final la meta es llegar a un Mundial. Es un sueño, está claro. Todos queremos ver la bandera de Guatemala y cantar el himno en una competición así. Tener una buena eliminatoria, llegar a un Mundial… digamos que eso se puede hacer hasta de casualidad. Pero desarrollar atletas, no sólo en lo deportivo, sino también en lo académico, utilizando el fútbol como una herramienta. Esa es la verdadera meta. El deporte de Guatemala necesita más que la satisfacción de estar un mes en un Mundial porque con el nivel que tenemos nos volveríamos después de tres partidos. En febrero de 2019 son las elecciones para la Federación y yo pienso presentarme pero con un plan y una estructura para utilizar el fútbol para dar una oportunidad a todos esos chicos menores de edad que tienen que marcharse a Estados Unidos por el fútbol, vamos a tratar de ir a toda Guatemala y traernos a todos los chicos con talento que ahí por el país y los vamos a alimentar, los vamos a educar… Vamos a utilizar el deporte para que puedan desarrollarse como personas. Quizás, después de esto, salen mil futbolistas y llegan sólo tres a debutar a Primera División. Pero al país le vas a dar 997 personas educadas: ingenieros, abogados… ¡Capaz llega uno al Real Madrid con este proyecto! Pero la meta es dejar una estructura deportiva, con un colegio de fútbol y dejar a gente educada. Y si vamos al Mundial, qué bueno. Ahora lo entiendo mejor, antes ir al Mundial era todo para mi, pero ahora entiendo que eso es un logro a un proceso que has hecho en algunos años. Lo importante es que se pueda conseguir no sólo una vez, sino que cada cuatro años estemos ahí. Entonces, de esa forma, se verá el progreso del país.
¿Pretende trasladar todo lo aprendido fuera a la federación de su país?
En el extranjero he visto cosas que me han sorprendido, que no pensaba que eran así. La organización en Europa, el trato al futbolista, la alimentación… También lo viví en Sudamérica. No todas se pueden aplicar a mi país. El hecho de que yo conozca cómo funciona mi país, su idiosincrasia, es un plus. En Guatemala mucha gente no vive del fútbol. Es un hobby en el que te pagan, pero tienes que seguir trabajando en otras cosas. Entonces, si tú sabes cómo funciona mi país y aplicas cosas que has visto fuera, puede funcionar. Pero lo que ha pasado durante muchos años en Guatemala ha sido que se han contratado entrenadores ajenos a lo que ocurre aquí y que pretenden aplicarlo y no funcionan, fracasan. En mi país hay niños muy buenos, pero tienes que alimentarlos. Hay algunos que pesan 10 libras. Si quieres que hagan un test de Cooper o corran 10 kilómetros, no lo van a aguantar. También tienes que enseñarlos, porque en Guatemala mucha gente no va a la escuela. Cuando estaba en la selección, había entrenadores que daban la charla técnica y muchos de mis compañeros no entendían nada porque no sabían de qué les hablaba. Hay cosas que hay que ir mejorando para después exigirles en lo deportivo. Si todo esto que te digo se va aplicando, es probable que en 10 años tengas un grupo de futbolistas que, con el entrenador adecuado, puedan elevar el nivel de Guatemala y llegar a un Mundial. Pero hay que trabajar mucho.
En el 2000 tuviste un paso por Grecia que no fue demasiado bien.
Jugué una Eliminatoria para los JJOO de Sydney en el año 99 en Pennsilvanya. Ahí, al ser un torneo en el que jugábamos jóvenes, había muchos ojeadores. Yo era el capitán de la selección y habíamos llegado a la final, nos tocaba jugar contra Estados Unidos. Perdimos esa final, no fuimos a los JJOO. Pero sirvió para que nos vieran a mí y a otros compañeros. Entonces, me llevaron a Europa. En ese momento se decía que yo era el primer guatemalteco en jugar en el fútbol europeo. Luego salió a la luz que algunos compatriotas habían jugado antes en el Real Madrid… Todavía no se tiene claro. Fue una experiencia distinta, nueva. Estaba motivado pero tenía mucho miedo. Estaba lejos de mi país, ahí el idioma era muy extraño, la comida también era rara. Si bien se dice que se parece a la latina, no había nada de lo que yo comía en mi casa. Buscaba los frijoles y no los encontraba (risas). Me costó más de la cuenta la adaptación. Dicen que el fútbol es un idioma universal, pero yo no estaba adaptado para nada. Tenía la ilusión, sabía que era un gran paso para mi carrera, pero al final me sacaron de mi país para llevarme ahí y no sabía qué hacer. En lo futbolístico no me fue bien. Aprendí mucho, lo tomo así, como un aprendizaje, no como un fracaso. Eso me sirvió para que, cuando regresé a mi país, explicárselo a mis compañeros, explicarles con qué se iban a topar si salían al extranjero. Muchos de los futbolistas de mi generación se beneficiaron de ello. Fue un gran aprendizaje.
¿Cómo era la Major League Soccer a la que usted llegó?
El técnico de esa selección estadounidense con la que jugamos la eliminatoria para los JJOO de Sydney, se convirtió en entrenador de los Galaxy. Entonces, como me había visto y me conocía, me firmó. Si en 2018 la MLS se ve como una liga de retiro, imagínate en 2002. Estaban Valderrama, Stoickhov… Muy buenos futbolistas, pero en el tramo final de su carrera. Yo me tomé la llegada a Estados Unidos como una revancha deportiva. Quería demostrar lo que no había podido en Grecia. En Guatemala se me criticaba mucho, yo me lo tomé de forma muy personal. Quise que esta experiencia fuese de lo mejor para mí. Los Ángeles Galaxy era uno de los equipos mejor organizados de toda la MLS. Ese primer año fue fantástico, llegamos a la final de la MLS, a la final de la copa, fui goleador del torneo, fui el MVP. Tenía sed de triunfos, ganas de demostrar ganas que podía jugar fuera, llevar el fútbol de mi país a otro nivel.
Usted sigue mucho el fútbol estadounidense. ¿Qué le falta a Estados Unidos para dar ese golpe sobre la mesa que tanto se le resiste? ¿Podrían ganar un Mundial en 10/12 años?
¡Wow! ¡Esa es una pregunta muy fuerte! Ganar un Mundial… Bff. Está lejísimos. Es cierto que en 2002 les fue muy bien, pero dudo que se vuelva a repetir. Hay que ir de a poco. Estados Unidos ha entendido que las nuevas generaciones de futbolistas ya no sólo quieren jugar en la MLS, sino que quieren marcharse al extranjero, jugar en el fútbol europeo. Si los jugadores se van luciendo fuera, como Pulisic en el Borussia Dortmund, eso va a favorecer a la selección. Les falta atinar en el entrenador. Esta federación quiere que su fútbol se parezca al inglés. En Estados Unidos no es necesario un jugador con demasiada imaginación, sino que es más vertical, físico. Además, los futbolistas estadounidenses son más atletas que futbolistas, si el entrenador entiende eso y pone las herramientas para que funcione, que tenga una idea de juego. Entonces, ahí se puede armar un grupo que llegue a un Mundial y haga un buen papel, pero ganar una Copa del Mundo está muy lejos.