En su intento por mantener el control en el Centro de San Salvador para delinquir, los pandilleros están recurriendo a distintas estrategias para no ser detectados con facilidad por las autoridades. La práctica no es nueva, pero se está haciendo frecuente, advierten comerciantes y empleados de seguridad privada.
“Ellos hoy ya no andan todos tatuados; andan bien vestidos con camisas manga larga o con distintivos de empresas comerciales. Andan tan arregladitos que parecen ejecutivos… Se les ve hasta con la Biblia en la mano”, relata un agente de seguridad quien trabaja en la zona donde a diario se libra una guerra entre vigilantes privados contratados por los vendedores y los pandilleros. Esto ocurre a pocas cuadras de donde se ha construido la tarima donde Nayib Bukele será juramentado como presidente y donde en estos días está militarizado, algo que no hace de este un sitio más seguro para los transeúntes.
Estos enfrentamientos han causado decenas de muertes, las más recientes ocurrieron el pasado 28 de marzo. Un vigilante fue asesinado por pandilleros cuando patrullaba entre la calle Rubén Darío y la 5a. avenida Sur. Minutos después, un delincuente fue ultimado en el mercado Sagrado Corazón, cerca de la primera escena de homicidio.
El 22 de abril, los agentes de seguridad también detectaron a un grupo de pandilleros que pretendía matar a uno de los vigilantes, pero estos lograron frustrar el ataque.
Para los delincuentes el Centro capitalino es como una mina de oro, pues a diario se concentran ahí miles de propietarios de negocios formales e informales a quienes pueden extorsionar.
Ni la Policía Nacional Civil ni el Cuerpo de Agentes Metropolitanos, en las diferentes administraciones municipales, han logrado garantizar la seguridad de quienes llegan a ofrecer su mercadería en un entorno en el que los delitos que más se cometen son homicidio, robo, tráfico de armas, droga y extorsión.
Cientos de comerciantes han debido acceder a los chantajes de los pandilleros. Quienes se resisten a entregarles dinero firman su sentencia de muerte, pues muchos han sido asesinados por esa razón.
Desde hace varios años, este clima de inseguridad ha obligado a los vendedores del mercado Central, a quienes venden fuera del recinto y en varias cuadras peatonales del centro capitalino, a pagar una cuota diaria a vigilantes privados para que les protejan a ellos y les cuiden sus negocios por las noches.
Los agentes básicamente deben evitar que los delincuentes merodeen a los vendedores para exigirles la extorsión o para atentar contra sus vidas. Pero la presencia de vigilantes es un obstáculo para los intereses de los hampones. Algunas víctimas confirman que los mareros se las ingenian para cumplir sus planes y llegan hasta simular que son vendedores ambulantes, acompañados con niños, para no levantar sospechas. Además, dejan “postes” (pandilleros) en las esquinas de las calles que les interesa controlar para cerciorarse de que no haya seguridad.
La coordinación que hay entre los vendedores y los guardias les ha permitido, varias veces, actuar oportunamente y han contenido las acciones de los delincuentes.
“No les permitimos a estos individuos que vayan y extorsionen a los usuarios porque ellos nos pagan para que les protejamos. Lo que pretendemos es que ese sacrificio que la gente hace pagando esa corita ($0.25) por el servicio de seguridad sienta que vale la pena. Nosotros también hemos pagado un precio ofrendando vidas de compañeros por proteger a los usuarios”, afirma Salvador Hernández, presidente de la Asociación de Vigilantes Independientes de Mercados y Centros Comerciales (Avimce).
Esta empresa, que funciona con personería jurídica desde hace más de dos décadas, además brinda seguridad a los comerciantes de los mercados de los barrios San Miguelito y Modelo, al sur de San Salvador. En ese tiempo, apunta el representante, cerca de 30 empleados de Avimce fueron asesinados por pandilleros en venganza por el trabajo que realizaban. (ver nota aparte).
Despliegues de seguridad fugaces
Las autoridades saben bien que el Centro Histórico es un punto crítico por la cantidad de delitos que ahí ocurren. En un intento por combatir a los criminales, en reiteradas ocasiones, cientos de policías y militares (bajo planes con diferentes nombres) han sido enviados a patrullar las calles del centro.
Durante los registros a personas o intervenciones de inmuebles detuvieron a delincuentes en flagrancia o con órdenes de arresto por diferentes delitos.
Algunos comerciantes relatan que con la presencia de las autoridades el acoso de los pandilleros cesaba. Incluso, los vigilantes privados sentían que no estaban solos en la lucha contra los delincuentes. El problema resurgía, semanas después, cuando los policías y militares recibían la orden de salir de la zona.
El presidente de Avimce manifiesta que con “algunos jefes policiales que son buenos para trabajar” han logrado coordinarse y han compartido información para enfrentar a los delincuentes que acechan el Centro de San Salvador. Con otros, recrimina, han tenido fricciones porque -asegura- acosan al gremio.
“Si en el mercado Central los pandilleros no se mueven tan libremente es porque estamos nosotros. A veces tenemos conocimiento de hechos ilícitos y alertamos a la Policía; a veces actúa y a veces no… Es lamentable que cuando nos matan a un compañero no hay mucha bulla, pero cuando muere un delincuente (abatido en defensa propia por un vigilante) ahí ligerito nosotros vamos a parar a donde hay que ir (la prisión). Apoyan al delincuente y no a la seguridad que vela por el bien de la gente trabajadora”, reprocha Hernández.
También critica que la División de Servicios Privados de la Policía les obligue a portar sus uniformes pese a que eso les facilita a los delincuentes ubicarlos para atacarlos.
Desde 2014, cuando las maras le declararon la “guerra” a Avimce y les mataron a 11 empleados, optaron por trabajar con ropa particular. En 2017, un jefe policial les advirtió que si eran sorprendidos trabajando sin uniforme les decomisarían las armas aunque tuvieran los permisos respectivos para portarlas. Los vigilantes han cumplido la disposición pero, desde entonces, aseguran, los ataques han aumentado.
FUENTE: elsalvador.com