Desde 1973, cada 25 de julio, se conmemora en El Salvador el Día del Alumno en homenaje al natalicio de la heroína Anita Alvarado, quien ofrendó su vida por rescatar a dos sobrinos del incendio que se desató en su casa, ubicada cerca de la estación del ferrocarril, en Cojutepeque, Cuscatlán.
Ella tenía 15 años cuando el 4 de abril de 1943 ocurrió la tragedia. En ese entonces, la joven cuidaba a los niños de una de sus hermanas, uno de ellos de 2 años y el otro 7 meses de edad.
José Agustín Alvarado es el menor de los pequeños que Anita salvó de morir del siniestro en aquel momento, y el único que aún sobrevive, pues Ignacio, su hermano mayor, falleció por problemas de salud en el 2004.
“Recordar mi infancia para mí no es grato, por las dificultades que pasó ella (Anita) con las quemaduras, ahora no me queda más que encomendarla siempre a Dios”, relató con nostalgia don Agustín, como es conocido en Cojutepeque y quien tiene 76 años.
Aunque reconoce que por la corta edad que tenía no recuerda lo que realmente pasó, cuenta que, a través de su madre Carmen Alvarado, conoció sobre el último testimonio que ofreció Anita en el hospital de Cojutepeque.
“Según lo que me contó mi madre, ella se fue al mercado y le dijo a mi tía Anita que cuidara a mi hermano y a mí. Mi hermano estaba dormido en la cama y yo en una hamaca, cuando de repente una de las vecinas le gritó: ‘¡Anita se está quemando la casa!’. Entonces mi tía corrió a sacar primero a mi hermano Nacho y después a mí. Pero en su atribulación, según contó ella antes de morir, oía que mi hermano Nacho lloraba nuevamente dentro de la casa en llamas. Mi tía se regresó a la casa y no lo encontró, cuando ella intentó salir le cayó una viga encendida de la que no se pudo liberar”, narró el sobreviviente.
Francisca Pérez, una de las vecinas, junto a un oficial de la Policía Nacional auxiliaron a la joven y la trasladaron al hospital, pero por la gravedad de las quemaduras murió el 6 de abril de 1943.
“Yo la historia la conocí después porque en ese entonces tenía 3 años, pero llegué a conocer a algunas de las personas protagonistas, a doña Francisca Pérez, quien en el momento del incendio tomó a Anita, la cubrió con su rebozo y junto al oficial la trasladaron al hospital Rosendo Alvarenga”, detalló Luciano González Alvarado, un reconocido periodista de Cojutepeque.
El suceso que conmocionó a los pobladores de esa ciudad quedó plasmado en varias ediciones de El Diario de Hoy de ese año. Incluso en uno de los artículos se informó sobre la multitudinaria despedida de la adolescente en el cementerio municipal, pues el caso conmocionó en Cojutepeque; también puede verse en una de las imágenes a los dos pequeños sobrevivientes.
Autoridades y lugareños formaron un comité para recoger fondos para apoyar a la familia Alvarado que lo perdió todo en el siniestro.
Para don Agustín, el sacrificio que hizo su tía por él y su hermano “es el fruto de la responsabilidad que ella había adquirido” cuando se comprometió con su mamá a cuidarlos.
Recuerda que doña Carmen la describía como “una muchacha hacendosa y aplicada”, tanto en el hogar como en la escuela. Según uno de los artículos de EDH, Anita, quien nació el 25 de julio de 1927, cursaba tercer grado y en su tiempo libre impartía el catecismo a los niños de la zona donde residía.
El acto de heroísmo realizado por Anita Alvarado trascendió a nivel nacional y fue promovido ante la Asamblea Legislativa, quien el 20 de febrero de 1973 decretó que cada 25 de julio se denomine Día del Alumno o Día del Estudiante, sin goce de asueto, en homenaje al natalicio de la joven, explicó González Alvarado, quien para ese entonces trabajaba como corresponsal de El Diario de Hoy en Cojutepeque.
“En 1973 me trasladé hasta el cantón Los Naranjos para entrevistar a don Lázaro Alvarado (padre de Anita), pero más que todo para mostrarle la portada de El Diario de Hoy, porque el periódico en primicia publicó la noticia de que la Asamblea Legislativa reconociendo los méritos y el sacrificio de esa niña heroína declaraba Día del Estudiante el 25 de julio de cada año”, manifestó.
El periodista logró captar el momento en que el padre de Anita Alvarado, un hombre que tenía 104 años, recibió la noticia en su casa al lado de dos de sus hijos, entre ellos la mamá de don Agustín.
“Satisfecho y emocionado. No puedo ocultar las lágrimas”, externó en la publicación de este periódico del 22 de febrero de 1973. En esa ocasión, el progenitor de Anita recordó las palabras que su hija menor le expresó cuando agonizaba en el hospital, en las cuales le manifestaba su satisfacción por haber salvado a sus sobrinos: “Si me muero no se preocupen que estas son cosas de Dios”.
Don Agustín aseguró que a la fecha se desconocen las causas del incendio, pese a que él ha tratado de indagar al respecto. “No sabemos si fue casual o alguien lo provocó, como el techo de la casa era de zacate”, acotó.
¿QUÉ FUE DE LOS SOBREVIVIENTES?
Don Agustín sostiene que siempre estará agradecido por la oportunidad de vivir que le dio su tía Anita. Narró que él y su hermano Ignacio estudiaron y cada uno formó su familia. Ellos residieron por un tiempo en el municipio de Tonacatepeque, pero posterior retornaron a Cojutepeque.
“Cuando a veces yo hago el análisis de mi vida, influyo la forma cómo es que yo estoy respirando a través de un sacrificio que hizo mi tía, me da mucha nostalgia recordar mi pasado”, afirmó don Agustín.
Don Agustín se casó y tuvo seis hijas, de las cuales sobreviven cinco, así como tiene seis nietos y tres bisnietos. Él aprendió mecánica y trabajó como motorista en varias instituciones públicas hasta que culminó su tiempo y se jubiló.
Mientras, su hermano Ignacio falleció a los 63 años, según reportó este periódico el 6 de noviembre de 2004. Según Don Agustín, cuatro meses después murió su cuñada y fruto de ese matrimonio quedaron cuatro hijos, dos mujeres y dos hombres, de quienes don Ignacio solo conoció dos nietos, pero a la fecha ya suman cuatro, añadió.
UNA ESCUELA, UNA CALLE Y UN PARQUE EN HOMENAJE A LA HEROÍNA
En memoria de Anita Alvarado, en Cojutepeque hay una escuela que lleva su nombre, y el 29 de marzo de este año recibió un reconocimiento por parte de la Asamblea Legislativa por su 76 aniversario de fundación.
El centro educativo alberga a 947 estudiantes del turno matutino y vespertino, desde primero a noveno grado y cuenta con 30 secciones. Parte de “su infraestructura data de unos 60 años”, expuso la directora de la escuela, Marina del Carmen Ramírez de Hernández.
Como es costumbre, cada 25 de julio, con motivo del Día del Alumno, los estudiantes visitan el cementerio general del municipio para colocar ofrendas florales sobre el mausoleo de Anita Alvarado.
Incluso don Agustín recordó aquellos años cuando sus abuelos vivían, que siempre compartían atol de elote con los estudiantes a su regreso del panteón.
“A mi no se me olvida cuando nosotros vivíamos en la Quinta Anita Alvarado que, todos los 25 de julio, venían todos los alumnos de la escuela Anita Alvarado cada quien con su taza y pasaban por la casa de los abuelos, donde les repartían el atol de elote con su elote”, contó.
En ese plantel educativo, a partir de esa fecha hasta el 31 de julio, inicia la semana cultural, en la que los alumnos participan de diversas actividades, algunas de estas en homenaje a la heroína.
“La semana del estudiante se centra en conmemorar ese acontecimiento y al mismo tiempo que los estudiantes participen y que esa memoria de Anita Alvarado se mantenga viva”, dijo Ramírez de Hernández.
También en Cojutepeque, una calle de la colonia Rosales fue denominada como la valiente niña.
Mientras, en Santa Ana hay un parque nombrado en honor la cojutepecana. De acuerdo con el periodista y don Agustín, el día de la tragedia se dio una confusión con el nombre de la ciudad y se creía que el incidente había ocurrido en Coatepeque.
“Cuando se supo la noticia, porque esta no era tan ágil como ahora, en aquel tiempo demoraba un poco más, pero cuando en Santa Ana las autoridades municipales se enteraron de esta tragedia, confundieron el nombre de Cojutepeque con Coatepeque y le dieron importancia, pero al final habían tomado la decisión de ayudar a la familia y trajeron la ayuda hasta aquí”, señaló González Alvarado.
LA MISTERIOSA FIGURA DE ANITA
De Anita solo se conoce la descripción física que dan verbalmente sus familiares y algunos vecinos, ya que no existe ninguna fotografía que revele cómo era la adolescente, debido a que el incendio acabó con todos los recuerdos, comentó el sobrino de la heroína.
La joven era la menor de 9 hermanos, cuatro mujeres y cinco hombres; era “chiquita”, delgada, parecía que tenía 13 años, y no 15; y su cabello era largo, indicó.
Ahora en Cojutepeque se promueve el concurso de elaborar un retrato hablado de Anita Alvarado para colgarlo en el centro escolar que lleva su nombre, así como un busto para colocarlo en la ciudad. La propuesta es impulsada por el diputado del PCN, Mario Ponce, señaló González Alvarado.
Pero la directora del centro escolar que lleva el nombre de la heroína sostuvo que aún faltan algunos puntos que concretar, cuya misión ha sido designada a los subdirectores de ambos turnos.
“Los diputados ofrecen un premio para tal concurso, el inconveniente que nosotros le vemos a eso es que es muy poquito el monto, están hablando de 300 dólares”, confirmó.
Don Agustín ha ofrecido una imagen de su madre y otra de una de sus tías, para que sirvan como referencia. Pero la propuesta aún está en proceso.
“Cuando yo veo una de mis nietas me imagino, quizá así era mi tía, es lo que yo me puedo imaginar”, dijo entre risas don Agustín.
Entre tanto, en la entrada de la escuela está colgada una pintura inspirada en la escena de heroísmo de Anita.
El único de los sobrevivientes del incendio de 1943 lamentó que muchos salvadoreños aún desconozcan la historia que dio origen al Día del Alumno, el cual algunos relacionan con el hecho de un agasajo escolar, sin saber sobre lo qué realmente motivó la fecha.
FUENTE: elsalvador.com