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Por una cultura política democrática-participativa en Panamá

No es posible concebir el advenimiento de un Panamá mejor con ciudadanos obtusos en política y ritualistas electorales

Si se realiza un rápido recuento de la historia política del istmo, no tardaremos en identificar algunas constantes, las cuales parecen haberse cristalizado en nuestras estructuras mentales a lo largo del tiempo y pasado de generación en generación como una herencia. El primer elemento que interesa a esta metafísica de lo político en Panamá es el hecho de que nuestra racionalidad política siempre se ha encontrado vinculada, de una manera u otra, a una figura carismática que tiende a polarizar las diferencias políticas en miras de construir una idea de nación.

Panorámica histórica-política

La intelligentsia (élite intelectual y política), que en el pasado fue tan persuasiva, y que, en cierto sentido se puede relacionar a figuras como Justo Arosemena, Eusebio A. Morales, Belisario Porras, Harmodio y Arnulfo Arias Madrid y, por qué no, también con Omar Torrijos Herrera; representaron intentos por constituir, no solo un Estado, sino a un sujeto sociopolítico cuya identidad cívica y política se encontrase vinculada a un universo simbólico de imágenes, significados e ideas sobre lo panameño.

Así, aunque en la etapa formativa de la república se nota un persistente concepto partidista: liberales/conservadores; en la década del treinta hasta finales de los sesenta, se impulsó gracias al problema de la soberanía un espíritu cívico y político orientado a lo patriótico y a lo panameño que terminó afectando a la cultura parroquial que existía hasta el momento, dándole mayores ribetes democráticos y de participación.

No obstante, y aunque en el periodo militar se ejerce un fuerte control político que sin duda generó una cultura política de súbdito, esta no desbancó las fuertes ideas nacionalistas impulsadas con anterioridad, sino que, en cambio, las vio hasta cierto punto recompensadas con el Tratado Torrijos-Carter (1977).

Luego de la invasión norteamericana, a finales de los ochenta; se observó un periodo en donde los partidos políticos retoman la figura e ideales de los caudillos políticos que los constituyeron (Arnulfo Arias, en el Panameñismo; y, Omar Torrijos, en el Partido Revolucionario Democrático), lo cual, en cierta forma, permitió la continuidad de la cultura política de súbdito.

Esto se evidencia, en el triunfo electoral de Mireya Moscoso (1999), viuda de Arias Madrid; y, Martín Torrijos (2004), hijo del general Torrijos. No obstante, en los últimos años se ha podido notar que dicha cultura política empieza a mostrar un proceso de evanescencia el cual, a su vez, se puede percibir con el triunfo de Cambio Democrático (CD), en 2009; y, en términos más recientes, la aparición de otros partidos políticos como el FAD y el advenimiento de los candidatos independientes en política.

Lo político como saber

Más allá de complejidades innecesarias, lo cierto es que los panameños participan políticamente. No obstante, valdría la pena hacer en este punto una pequeña acotación, la cual rezaría a manera de incógnita: ¿puede considerarse realmente participación política el voto realizado por un grupo de personas ajenas totalmente a la política en términos sustantivos? Ya que, aunque para muchos un voto es un voto y, parecería una necedad hacerse esta pregunta; sin embargo, cuando se habla del destino de una nación y las implicaciones concretas que contrae la ignorancia o el simple desconocimiento de lo político por parte de muchos ciudadanos, esta supuesta perogrullada se transforma en piedra angular de todas las problemáticas de una sociedad. Ya que no es posible concebir el advenimiento de un Panamá mejor con ciudadanos obtusos en política, ritualistas electorales o como masa para populistas oportunistas.

Es cierto, no es necesario que todos los ciudadanos sean reformistas o activistas, pero sí que conozcan el sentido de lo político como deber y derecho; en donde ser ciudadano es algo más que una pragmática, es reconocerse como agente de cambio social y político; o, como parte fundamental de un universo societal en donde nuestras decisiones afectan a todo un pueblo.

De esta forma, no solo el absentismo político tendrá una lectura, sino que, incluso el voto en blanco tendría a su vez una carga de significado importante para la sociedad en general. Pero para lograr esto es necesario tener un ciudadano consciente de su realidad sociopolítica, con herramientas conceptuales para poder hacerla inteligible más allá de la interpretación de los medios de comunicación de masas.

Hacia un futuro incierto en política

Aunque el momento actual muestra cierta apertura política, que pudiera sugerir el nacimiento de una cultura política democrática-participativa, lo cierto es que aún es muy temprano para saberlo; lo que sí se evidencia, es que el panameño se encuentra en una suerte de momento ‘comtiano’. Como en el caso de éste filósofo francés (Auguste Comte) que veía la problemática del orden y el progreso de su sociedad gravemente afectado por lo que pensó que era la existencia transversal de los estadios religioso, metafísico y positivo, lo que creía que solo podría traer caos y confusión al pensamiento de la humanidad; en cuanto a la metafísica política del panameño (concepciones socializadas y cristalizadas sobre lo político y su pragmática), se percibe en la actualidad, una suerte de etapa transitoria en donde, si bien es cierto que la cultura política está cambiando, aún no es posible distinguir hacia dónde va.

MISIÓN Y VISIÓN

Pensamiento Social (PESOC) está conformado por un grupo de profesionales de las Ciencias Sociales que, a través de sus aportes, buscan impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de estas disciplinas.

Su propósito es presentar a la población temas de análisis sobre los principales problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de solución.

Como ya se ha mencionado, parece que ya no existe una intelligentsia que guíe y oriente el derrotero nacional, tampoco patrones ideológicos claros que pretendan empoderar realmente al ciudadano en materia política, más allá de sus antagonismos; menos aún parece haber una consciente participación cívica y política, más allá de un ritualismo electoral que los convoca como autómatas cada cinco años.

Solo queda apostar por un mayor esfuerzo pedagógico, desde las universidades, las escuelas, las organizaciones de la sociedad civil y, el mismo Estado; dirigido a la concientización política del ciudadano en general, en donde todos podamos aprehender e internalizar lo político e influir en lo público, en miras de constituir una cultura política democrática-participativa; al tiempo que construimos el verdadero Panamá utópico que todos deseamos: la tacita de oro.

FUENTE: La Estrella de Panamá

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