La administración de Juan Carlos Varela ha girado el rumbo de las relaciones diplomáticas tradicionales a unas más agresivas que apuntan hacia Medio Oriente, Asia, Oceanía y África.
Es la denominada política Halcón, así bautizada por el Ministerio de Relaciones Exteriores que, entre otras acciones, pretende consolidar el ingreso de Panamá como observador a la Liga Árabe e iniciar relaciones diplomáticas con Kenia. Tentativamente, busca abrir una oficina de intereses de Panamá en Palestina, pueblo al que consideró la posibilidad de reconocer como Estado soberano.
El Gobierno busca afianzar estrategias políticas, comerciales, logísticas y de cooperación con los nuevos países aliados.
En este aspecto incluyó a Jordania como una plataforma política, a India por ser una potencia mundial; a Indonesia, Vietnam y Filipinas, en la parte mercante; a Sudáfrica como pie de entrada al continente africano; a Arabia Saudita, por ser una de las mejores economías de este sector, y desde Egipto, lanzar las relaciones con la Liga Árabe.
Pero, ¿a qué responde este giro hegemónico internacional, y quién lo impulsa? Desde hace un siglo, la política exterior ha mirado hacia Europa y Norteamérica, principalmente. Los nuevos actores podrían causar irritación a las relaciones diplomáticas tradicionales, como Israel o Estados Unidos, que ha sostenido Panamá.
Casualmente, el presidente de China Xi Jinping, reiteró -durante su discurso ante las Naciones Unidas en 2015- como eje fundamental de la política de su país la necesidad de comprometerse con el multilateralismo y abandonar el unilateralismo en las relaciones internacionales.
¿Habrá sido esta táctica la que inspiró a Varela a acercar a Panamá a estas regiones?
De acuerdo con la Cancillería, esta estrategia fue ideada por el mandatario Varela y responde al interés nacional de ampliar y diversificar los aliados del país. ‘Fomentar intercambios económicos, culturales y de cooperación con potencias y economías emergentes con las que Panamá no ha tenido una relación tan cercana, pero que tienen fortalezas y experiencias en ámbitos en los que el país podrá beneficiarse al intercambiar mejores prácticas, de la misma manera en que Panamá puede aportar al desarrollo de estas naciones con su economía de servicios de alcance global, plataforma logística y financiera’.
El Ministerio de Relaciones Exteriores presentó a las autoridades de Kenia la solicitud para establecer relaciones diplomáticas y está a la espera de una respuesta formal del país africano.
Aunque la mayoría de los expertos consultados por La Estrella de Panamá aprecian la apertura de recientes relaciones internacionales, advierten de la importancia de escoger ‘con pinzas’ estas nuevas amistades, establecerlas con transparencia y justificar bien su propósito.
El catedrático de Relaciones Internacionales Euclides Tapia no mira con buenos ojos ‘cultivar relaciones con países que violan los derechos humanos sin límites, como es el caso de las monarquías petroleras de la península arábica’.
Exceptuó en este tema a Qatar, pero manifestó no encontrar justificación del gobierno en este paso diplomático. Añadió que la presencia de Panamá como observador en la Liga Árabe es pasiva y no tiene sustento, más bien, es ‘un gasto innecesario’.
Para Tapia, el caso de la Liga Árabe es una extensión de la política que justificó el establecimiento de relaciones con China. ‘Un asunto de chequera, no de política exterior seria. Es orientada a ver a qué país le sacan más plata, además de eso, irrita las relaciones con Israel’ asegura.
Luego cerró con la irónica sugerencia: ‘para perfeccionar la política de rebusca internacional, sería bueno que Panamá imite a la República de Djibouti, que alquila a todas las grandes potencias su territorio para establecer bases militares a cambio de plata. Así pagaríamos en cinco años la totalidad de la deuda externa, y nos sobraría’.
Por otra parte, la idea de abrir el compás diplomático, puede ser la respuesta de Panamá ante las constantes presiones fiscales de Europa que incluyen al Istmo en distintas listas negras, y a cierta lejanía no intencionada de su mayor aliado político, Estados Unidos.
Es innegable, manifestó Eloy Alfaro, exembajador de Panamá en Washington, Estados Unidos, ‘que en los últimos años Panamá ha sufrido abandono, presiones, asedio y acoso de sus aliados tradicionales, incluyendo a Estados Unidos y países europeos, y hasta de vecinos latinoamericanos, así como de organismos internacionales, que han aislado al país y deteriorado su imagen internacional’, señaló Alfaro.
En ese contexto, agregó el exembajador, ‘se establecen relaciones diplomáticas con China, que ya era importante socio comercial y cliente usuario del Canal. Ese es un acierto. Y en ese voltear de la mirada también pareciera lógico fijarla en regiones del mundo como el Oriente, Oriente Medio y África, que hasta ahora han sido distantes, extraños para nosotros, pero con los que puede resultar conveniente establecer o profundizar relaciones diplomáticas y comerciales, y donde podemos encontrar apoyo político internacional y equilibrio’, añadió Alfaro.
¿Qué gana Panamá con estas nuevas relaciones? El abogado Ebraim Asvat opina que con el único país de Medio Oriente que Panamá podría desarrollar algo es con Israel, por su avanzada tecnología. De esta forma el país podría sacar provecho de las relaciones bilaterales. No obstante, con el resto de los países árabes no ve un futuro prometedor.
Asvat pone como ejemplo en qué le ha convenido a Panamá establecer relaciones con China Continental.
‘A ellos (China) lo único que les interesa son las áreas revertidas por su proximidad con el Canal y los puertos que son de empresas chinas. Lo que más valor debe tener para nuestro país es valorizar esas tierras. Pero no veo a nadie en esa tarea. Hay más interés de China por tener una posición en Panamá, que lo que Panamá puede ganar de ellos. Hasta ahora los chinos se han ganado varias licitaciones, pero, ¿qué ha ganado Panamá de ellos?’, se preguntó el abogado.
De acuerdo con la Cancillería, los resultados de la política Halcón se resumen en la visita de la Vicepresidenta de India y el seguimiento de la misma por parte del vicecanciller Luis Miguel Hincapié.
La vicepresidenta Isabel de Saint Malo viajó recientemente al Sudeste Asiático, Tailandia, Indonesia y Singapur, y se reunió al más alto nivel para promover la conectividad entre las regiones; el presidente Varela visitó los Emiratos Árabes Unidos, Israel, Jordania y Palestina, y se tomó la decisión de abrir misiones diplomáticas en Jordania y Australia. Pronto estarán inaugurando una misión diplomática en África Central para fortalecer la presencia de Panamá en este continente.
Aristides Royo, expresidente de la República y negociador de los Acuerdos del Tratado de Panamá, expresó que si las relaciones fueran a establecerse con Yemen del Norte o Somalia, se preocuparía un poco. ‘Me gusta que Panamá amplíe relaciones diplomáticas. Eso no significa que se tenga una embajada en cada país, se puede poner un embajador concurrente. Si somos miembros de las Naciones Unidas, es lógico que tengamos relación con ellos. No obstante, hay que saber escoger las nuevas amistades y saber en qué cosas les podemos apoyar y en cuáles no’.
De Arabia Saudita —observó Royo— ‘hay cosas que no podemos consentir. El reciente asesinato del periodista Yamal Khashoggi, la política de armas y los apoyos que da a ciertos sectores de Siria no los comparto. Hay que pedir equilibrio’, indicó.
La política Halcón también involucró adoptar nuevas medidas migratorias -por Decreto Ejecutivo— de visas para ciudadanos de Schengen (26 países de Europa) y de hindúes. Estas últimas podrán ser expedidas por consulados de Panamá en India. Esta categoría migratoria es la misma que actualmente aplica Panamá a ciudadanos de China, Cuba y República Dominicana.
El profesor Tapia reflexionó en la necesidad de trazar una política exterior estructural y hacer un esfuerzo por reunir a los partidos políticos para concretar, con criterios básicos, la línea a seguir en este tema para evitar que los gobiernos de turno decidan el rumbo del país de forma inconsulta o sin una estrategia que beneficie más a Panamá que a los países con los que se entablan relaciones diplomáticas.